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Authors: Jude Watson

Cautivos del Templo (5 page)

BOOK: Cautivos del Templo
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—Porque... —le ayudó Tahl.

—No me dio la impresión de que necesitara a su padre o quisiera contactar con él de alguna forma. Más bien sólo quería jactarse de él. Bruck descubrió, y no sé cómo porque no me lo dijo, que su padre había llegado a ser alguien poderoso en otro planeta.

—¿Qué planeta? —preguntó Tahl—. ¿Lo recuerdas?

—Uno que yo no conocía —respondió Siri—. Telos.

Tahl se quedó rígida. Obi-Wan y Qui-Gon volvieron a cruzar sus miradas. Qui-Gon ya tenía su prueba. Telos era el planeta natal de Xánatos.

Pero el Jedi no dio muestras de satisfacción. Sólo parecía inquieto.

—Gracias, Siri —dijo Qui-Gon—. Has sido más útil de lo que imaginas.

—Me alegra oír eso —Siri miró a Obi-Wan, pero el muchacho no supo si era una mirada de disculpa o de desafío. La joven salió de la habitación con la puerta siseando tras ella.

—Bueno, a estas alturas debería haber aprendido a fiarme de ti —dijo Tahl a Qui-Gon. La Maestra Jedi dejó escapar un suspiro largo—. Xánatos.

—Ahora entiendo el robo de los expedientes de los alumnos —dijo Qui-Gon pensativo—. Todos los cambios familiares se registran en sus archivos. De alguna forma, Xánatos llegó hasta Bruck a través de su padre. Probablemente despertó la curiosidad del chico y le hizo desear el poder. Para ello debió de fomentar la ira y la agresividad de Bruck hasta arrastrarlo al Lado Oscuro. Xánatos le hizo a Bruck lo mismo que su padre le hizo a él —murmuró Qui-Gon.

—Y lo más probable es que Xánatos también le enseñara a Bruck cómo ocultar el Lado Oscuro —añadió Obi-Wan.

El Maestro Jedi recordó que Xánatos tenía una asombrosa habilidad para manipular la verdad. Sus modales educados ocultaban malas intenciones. De hecho, había hecho dudar a Obi-Wan sobre Qui-Gon.

—Es cierto, Obi-Wan —asintió Qui-Gon—. Bruck recibió lecciones de ocultación. Como pertenecía al grupo de los mayores, tenía más libertad, y eso también le resultó útil.

—Así que ahora ya sabemos quién es nuestro intruso —dijo Tahl.

—Sugiero que dividamos la investigación en dos partes —dijo Qui-Gon—. Obi-Wan y yo descubriremos dónde se esconden Xánatos y Bruck.

¡Así que ya estaba dentro! Obi-Wan sintió una oleada de satisfacción.

—Tahl, tú descubre todo lo que puedas sobre Xánatos y la Compañía Minera de Offworld. No habrá mucho, él es muy discreto, pero tu capacidad para la investigación es legendaria. Pon en marcha tu red galáctica.

—No tienes por qué halagarme —dijo Tahl con frialdad—. Tampoco pensaba ir a los túneles contigo y Obi-Wan.

Qui-Gon se quedó callado. Obi-Wan pudo ver cómo la preocupación se dibujaba en los rasgos del Maestro Jedi, y no estaba seguro del motivo. Qui-Gon le decía a menudo que no estaba suficientemente conectado con la Fuerza. Algo en la conversación entre los dos amigos había herido a Tahl, y Qui-Gon se acababa de dar cuenta.

Tahl giró la cabeza y casi hizo caer una taza que estaba junto a su codo. Sus reflejos felinos le permitieron cogerla antes de que llegara al suelo. Su rostro se tiñó de rojo.

Entonces, Obi-Wan se dio cuenta de lo que había pasado. Tahl había perdido la vista. En el pasado había sido una excelente guerrera, y ahora debía de sentirse relegada. Pero Qui-Gon estaba en lo cierto. Tahl no podía arrastrarse por los túneles de transporte buscando pistas físicas.

Observó cómo Qui-Gon se acercaba al escritorio de Tahl.

—Hay muchas maneras de encontrar pistas, Tahl —dijo Qui-Gon lentamente—. Una información adecuada puede salvar una misión con mayor seguridad que una batalla.

Tahl asintió. Obi-Wan podía ver el esfuerzo en su rostro. Los dedos de Qui-Gon se posaron en su hombro con una caricia amable.

—Será un desafío —dijo—. Si hay pistas, estarán ocultas. La Compañía Minera de Offworld está compuesta por una pirámide de empresas ficticias y títulos falsos. Los fondos están cuidadosamente escondidos. Nadie sabe dónde está su cuartel general.

Los ojos de Tahl brillaron.

—Hasta ahora —dijo ella.

Obi-Wan captó su nueva determinación. Qui-Gon lo había hecho posible. No se había detenido a hablar de la insatisfacción de Tahl. Primero la consoló de forma indirecta y, después, le impuso un reto para ayudarla.

Tengo tanto que aprender de él
, pensó Obi-Wan.
Y no sólo sobre batallas, estrategias o la Fuerza, sino sobre el corazón
.

La puerta siseó al abrirse y DosJota, el androide de navegación de Tahl, entró en la habitación

—Maestra Tahl —dijo el androide—, he vuelto de mis recados. Aquí están los datos extra que me pidió.

Tahl alzó las cejas para hacer saber a Obi-Wan y a Qui-Gon que le había encomendado esa misión a DosJota solamente para quitárselo de encima un rato. El androide de navegación estaba diseñado para ser su asistente, pero, a menudo, era de poca ayuda para una persona que prefería hacerlo todo por sí misma.

—Te dejo con tu tarea —dijo Qui-Gon—. Obi-Wan y yo tenemos trabajo.

Al salir de la habitación casi se chocan con Bant, que se apresuraba a cruzar la puerta abierta.

—¡Creo que sé cómo se mueven Bruck y el intruso por el Templo! —exclamó.

Capítulo 8

Los ojos plateados de Bant se encontraron con los de ambos.

—Estaba pensando en los ataques —dijo ansiosa—. Todos se produjeron cerca del agua. Pensadlo. Yoda fue atacado en la Estancia de las Mil Fuentes, los controles del turbotransporte están cerca del lago, y se puede llegar al centro técnico a través de los depósitos de depuración del agua. Qui-Gon asintió.

—Una serie de túneles acuáticos enlaza todos los sistemas —dijo el Jedi—, lo vi en los diagramas de Miro, pero no pensé que se pudiera navegar por los túneles.

—Se puede —le garantizó Bant—. Yo los utilizo. Sé que va contra las reglas —añadió avergonzada—, pero si llego tarde a clase, para mí es mucho más rápido nadar que caminar.

—El equipo deportivo —dijo Obi-Wan de repente—. Contiene varios respiradores.

—Buen trabajo, Bant —dijo Tahl en tono de aprobación.

—Excelente deducción —Qui-Gon le puso una mano en el atlético hombro a Bant. Ella sonrió tímidamente.

Obi-Wan sintió una punzada de celos y luchó contra ella. Los celos no eran un sentimiento apropiado para un Jedi, pero no podía evitarlo. Bant siempre había ido detrás de él, le adoraba. Ahora, en el poco tiempo que había pasado fuera, ella había crecido. Su mente era ágil y rápida, y no le asustaban los retos.

Y Qui-Gon veía lo especial que era.

Obi-Wan se sintió incómodo cuando se dio cuenta de que si Qui-Gon no le aceptaba de vuelta, lo más probable es que buscara otro padawan. ¿Estaría pensando en Bant?

—Bant, ¿puedes enseñarnos el túnel? —preguntó Qui-Gon—. Necesitaremos un guía.

Bant asintió.

—Por supuesto.

—Si surge algún problema quiero que desaparezcas —le advirtió Qui-Gon—. No te metas con Xánatos. Es extremadamente peligroso.

Bant asintió solemnemente. Qui-Gon se volvió hacia Obi-Wan.

—Necesitaremos respiradores.

—Yo he traído algunos —le dijo Bant—. Pensé que querríais ir directamente a los túneles.

—Eso se llama pensar rápido —dijo Qui-Gon.

Obi-Wan siguió a Qui-Gon y a Bant.

Ahora soy yo el que va detrás de ella
, pensó cuando entraban en el turboascensor. El grupo cogió el transporte hasta la zona acordonada del lago.

—Encontré la entrada al túnel cuando exploraba el fondo del lago —explicó Bant mientras se introducían en el agua fría—. El agua se renueva a los veinte minutos después de cada hora en punto, lo he cronometrado. Así, resulta fácil salir a tiempo. Además, hay un montón de sitios a los que agarrarse cuando llega la corriente de agua.

Bant se sumergió bajo la superficie. Obi-Wan siguió la estela de sus burbujas. Bant era tan ágil bajo el agua que muy pronto les ganó terreno. Cuando se dio cuenta, se detuvo y les esperó.

Nadaron por una gruta de rocas subacuáticas. Había una entrada astutamente escondida tras una gran piedra. Bant la atravesó. Qui-Gon iba detrás junto a Obi-Wan.

Salieron a la superficie en un gran túnel de color azul con el techo curvado. El agua estaba clara y limpia.

—Esto conduce a las fuentes y a las piscinas de reflejos de este ala —explicó Bant. Su voz rebotó contra las baldosas de la pared—. Hay plataformas de acceso más o menos cada mil metros. Algunas están lo suficientemente elevadas como para ocultar a alguien que quiera esconderse. Pararé cuando pasemos por ellas.

Qui-Gon asintió. Bant cogió aire y se sumergió. Los otros dos la siguieron.

Obi-Wan seguía las ondeantes piernas naranja y rosa de Bant por el agua cristalina. Ella les guió a través de los túneles, girando y moviéndose por el Templo. Se paraban en todas las plataformas para buscar huellas de Xánatos o de Bruck, pero no encontraron nada.

Por último, Bant salió a la superficie en un lugar en el que el túnel principal se estrechaba y se dividía en tres conductos más pequeños.

—Esto lleva a los depósitos de depuración del agua —dijo balanceándose—. Ya lo hemos visto todo. Supongo que estaba equivocada —Bant parecía desanimada—. Deberíamos volver.

—Ha sido una buena deducción, Bant —le dijo Qui-Gon amablemente—. Todavía no la hemos descartado. No hemos encontrado nada, pero eso no significa que Xánatos no haya estado aquí.

Obi-Wan se mantenía a flote mientras examinaba detenidamente la zona.

—¿Qué es aquello? —preguntó de repente señalando a un hueco apartado.

—Es demasiado pequeño para ser una plataforma de acceso —dijo Bant—. Creo que es una zona de servicio para los depósitos de depuración.

Obi-Wan siguió a Qui-Gon a grandes brazadas hasta la zona en cuestión. El Jedi se subió a un saliente estrecho, con la túnica chorreando. Obi-Wan le siguió. Bant subió ágilmente a la repisa tras ellos.

Qui-Gon caminó por el saliente. Discurría a lo largo del túnel durante cierta distancia y luego acababa en un muro inaccesible. Desde donde estaban podían oír el rumor de la maquinaria.

—Estamos muy cerca de los depósitos de depuración —dijo Bant.

—¿Por qué terminará así el saliente? —se preguntó Qui-Gon. Se agachó para examinar el muro curvado en uno de sus extremos—. ¡Aquí! Hay un panel de acceso —exclamó—. ¿Bant?

Bant pasó por delante de Obi-Wan.

—Ya lo veo —dijo ella nerviosa. Pasó los dedos por los bordes, pulsó algo y el panel se abrió.

Qui-Gon se metió dentro. Obi-Wan le siguió y llegó a una especie de plataforma de servicio suspendida sobre el agua del depósito de depuración de duracero. Una estrecha escalera de caracol bajaba hasta el agua.

Qui-Gon se colocó en una esquina y se agachó para examinar un equipo de servoherramientas y algunos objetos apoyados contra la pared.

—Han estado aquí —dijo él.

Obi-Wan notó algo que comenzó como un leve susurro, como si alguien respirara suavemente en su nuca. La perturbación en la Fuerza estaba claramente amortiguada y no podía determinar de dónde procedía. Qui-Gon miró hacia arriba con los ojos en expresión de alerta y su mirada se cruzó con la de Obi-Wan.


, parecían decir sus ojos, como se lo habían dicho muchas veces cuando fue su Maestro.
Yo también lo percibo, padawan
.

Entonces, la perturbación amortiguada se convirtió en un rugido. Bajo ellos, una forma negra surgió del agua. Era Xánatos.

Capítulo 9

Xánatos estaba completamente quieto. Se mantenía suspendido por la Fuerza y el agua le cubría hasta la cintura. No necesitaba mover los brazos o las piernas. El pelo negro mojado le bajaba por los hombros. Sus crueles ojos azules, tan claros y fríos como el hielo, brillaron en la tenue luz. Las sombras del agua dibujaban reflejos parpadeantes en su túnica negra.

Qui-Gon y Obi-Wan ya habían activado sus sables láser. Estaban esperando.

Pero Xánatos no se acercó para retarles. Sonreía.

—Tardaste mucho más de lo que pensaba en darte cuenta de que era yo —dijo a Qui-Gon en tono burlesco—. Esa noble cabeza tuya puede llegar a ser muy lenta, pero yo soy tan tonto que sigo pensando que eres inteligente.

Qui-Gon parecía tranquilo. Xánatos tenía el sable láser activado pero lo mantenía a un lado. No parecía estar en posición de ataque, pero Obi-Wan conocía bien su estilo de combate. Si Xánatos se acercaba, a Qui-Gon le bastaría un pequeño giro para hacer frente al ataque.

Qui-Gon no respondió a Xánatos. Su rostro era la viva imagen de la compostura. Era como si ni siquiera le hubiera escuchado.

Obi-Wan sabía que no podían atacar mientras Xánatos estuviera en el agua. Si saltaban a por él, los sables láser se apagarían al entrar en contacto con el agua. Xánatos también lo sabía. Quizá por eso tanteaba a Qui-Gon, provocándole para que atacara.

—¿Ni siquiera me respondes? —gritó—. ¿Sigues enfadado? Pero qué malo eres conmigo, Qui-Gon.

—No sabía que estuviéramos teniendo una conversación —respondió Qui-Gon, avanzando un paso—, pero es lo que pasa siempre contigo, Xánatos..., prefieres el sonido de tu propia voz.

Obi-Wan vio las mejillas de Xánatos enrojecerse por un momento, pero luego le vio reír.

—Qué aburrido eres, Qui-Gon. Tus nimios intentos siguen sin dar en el blanco. Nunca fuiste muy inteligente. Y sigues confiando en niños para hacer tu trabajo. A ti nunca se te habría ocurrido lo de los túneles.

De repente, Xánatos dio un gran salto y voló por los aires impulsado por la Fuerza. Su capa negra chorreaba agua. Activó el sable láser en un instante, pero Obi-Wan estaba preparado y, cuando Xánatos aterrizó sobre la plataforma, ya se había apartado.

En ese momento vio cómo escapaba Bant de la plataforma. Iba desarmada y, sin duda, nadaría en busca de ayuda. Sólo había esperado a que Xánatos se moviera.

El sable láser rojo de Xánatos chocó contra la luz verde de Qui-Gon. El brutal zumbido resonó en todo el túnel. Xánatos había aterrizado a la izquierda de Qui-Gon, y Obi-Wan se apresuró a cubrir el flanco del Jedi.

Xánatos era un gran luchador. Su fuerza era asombrosa. Cuando el sable de Obi-Wan se enredó con el suyo, el choque casi lo tiró hacia atrás. Era todo lo que podía hacer para mantenerse en pie. La plataforma se cubrió enseguida con el agua que escurría de sus pies y sus túnicas, y se volvió resbaladiza. Obi-Wan apenas podía mantenerse en pie.

Xánatos era tan rápido como fuerte, y tan pronto estaba esquivando los ataques de Obi-Wan como se acercaba para atacar a Qui-Gon.

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