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Authors: Megan Maxwell

Tags: #Romántico

Las ranas también se enamoran (24 page)

BOOK: Las ranas también se enamoran
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Pero Marta solo tenía ganas de asesinar a alguien.

—¿De qué narices han hablado esos dos imbéciles? No les he entendido —preguntó a su amiga.

Patricia, con sus conocimientos de inglés, se lo tradujo.

—Ella le ha preguntado que si la llevaba al hotel, y él ha respondido que le apetece tomar una copichuela más. Pero, Marta, ¡por Dios! cambia el gesto de una santa vez, o te juro que...

Molesta por lo ridícula que se sentía, quiso desaparecer de allí. Pero estaban en Londres, no sabía hablar inglés y una vez en la calle no sabría adonde ir, ni qué decir para que la entendieran. Segundos después se integraron con el resto del grupo en la barra, junto a Timoti y Adrian que acababan de unirse a ellos. A partir de ese momento Philip y Marta no se volvieron a acercar. Como dos buenos contrincantes, cada uno observaba al otro desde el otro extremo de la barra. Marta vio como él reía e intimaba con la pelirroja y él vio como Marta se divertía con Juan, Warren y todo el que se terciaba. Un juego peligroso al que los dos accedieron a jugar.

La música cambió y comenzaron a sonar los primeros acordes de
«All by Myself»
una preciosa canción que a Marta le encantaba. Incapaz de seguir mirando como él, su rana, sonreía y le prestaba toda su atención a aquella idiota, cogió a Warren de la mano y le invitó a bailar. ¿Por qué esperar a que la invitaran? Este accedió y salieron de la zona vip para ir a la pista. Philip, al ver aquello, e incapaz de perderla de vista, asió de la mano a la pelirroja y la siguió. Él también bailaría.

—Pínchame... y no sangro. Mi Martita ha sacado a ese adonis a bailar —señaló Adrian al ver aquello.

—No me lo puedo creer —susurró Karen mirando a su hermano.

—Ni yo —murmuró Marc divertido.

Pocas veces había visto a su hermano Phil bailar y menos en una pista rodeado de gente. Aquello, como poco, era inaudito.

—La que no se lo puede creer soy yo. Marta, ¡mi Marta! ¿Ha sacado a bailar al Inspector de policía? ¡Al cachas! —dijo Patricia boquiabierta.

Karen al escucharla la miró y, tras observar las caras de aquellos cuchicheó.

—Mira. No sé qué es lo que hay entre mi hermano y vuestra amiga, pero algo existe. Anoche les pillé besándose y...

—¡¿Cómo?! —gritó Adrian incrédulo.

—Lo que oyes —asintió Karen— y eso, nunca, ¡pero nunca! es algo que mi recto hermano se ha permitido. Él no es persona de dejar ver sus sentimientos y eso os lo puede corroborar Marc —aquel asintió divertido—. Por lo tanto. Contadme ahora mismo qué sabéis de este tema o tendré que emborracharos para conocer toda la verdad.

—Mejor me voy —escapó Marc quien no pensaba revelar lo que Philip le había contado—. A mí estas cosas de los amoríos no me van. Y menos si tiene que ver con una señorita que se ha manifestado del Atlético de Madrid.


Caguica
—se mofó Karen al ver que se alejaba.

Una vez quedaron solos los tres comenzaron a cuchichear.

En la pista y semi oculto por la oscuridad del lugar, Philip observaba como Marta y Warren charlaban, ¿de qué hablarían? Su mirada de advertencia se cruzó con la de su amigo en varias ocasiones y este con un gesto cómplice sonrió. Eso a Philip le gustó al tiempo que le inquietó. Warren era un mujeriego nato y todas caían rendidas a sus pies. Sin querer alejarse de aquellos comenzó a bailar, algo que solo practicaba en la intimidad. Se sentía extraño, ¿qué le pasaba que no podía apartar su mirada de aquella mujer tan problemática? Cuando acabó la canción comenzó una canción de Tracy Chapman y la impaciencia de Philip creció. Dos canciones después sin poder contenerse un segundo más, se acercó hasta aquellos y soltando a la pelirroja que se quedó sorprendida se acercó a su amigo con decisión.

—¿Me permites, Warren?

Con gesto casi guasón, Warren soltó a una boquiabierta Marta.

—Por supuesto Phil. Toda tuya amigo —respondió.

Tras esto, agarró a la pelirroja y comenzó a bailar con ella, mientras la separaba de aquellos. Philip al ver que Marta le miraba con gesto ceñudo la agarró por la cintura y la acercó a él. Durante unos segundos ambos permanecieron callados hasta que Marta explotó.

—Sabes que no deberías estar bailando conmigo, lo sabes, ¿verdad?

—Sí... creo que lo sé —respondió mirándola desde arriba—. Pero no creo estar incumpliendo nada del trato. El trato es ser amigos con derecho a roce. Pero que yo sepa en este instante solo bailo contigo, como con una amiga más.

Marta resopló y decidió callar hasta que sonó una canción que le encantaba.

—Madre mía... ¡me encanta esta canción! — soltó sin darse cuenta.

—No me suena. ¿Quién la canta?

—Evanescence.

Philip la escuchó mientras bailaban. Nunca la había oído. Aunque bueno, él no solía escuchar la música que por norma la gente escuchaba. Sus gustos en música con seguridad serían muy diferentes a los de Marta y cientos de personas.

Incrédulo, la oyó tararear la canción y tuvo que sonreír al comprobar su pésimo inglés.

—Lo tuyo no son los idiomas, ¿verdad?

—No —asintió al entenderle—. He intentado mil veces aprender inglés, pero nada. Soy totalmente negada para ello. Si me sacas del
good morning
o del
my name is Marta
, ¡me pierdo!

Durante dos canciones bailaron mientras hablaban y sonreían. Verdaderamente cuando estaban juntos se divertían. Sus mundos eran tan diferentes que tenían miles de cosas sobre las que hablar y sorprenderse. Philip, con ella se sentía relajado, y viceversa. Aquello era algo que irremediablemente les atraía y comenzaba a hacer que su trato fuera difícil de cumplir.

—Mmmm... ahora es a mí a quien le encanta esta canción murmuró Philip al escuchar la voz de Whitney Houston, cantando
I will always love you.

Marta al reconocer la balada asintió.

—Oh, sí, la canción de la peli El guardaespaldas es muy chula. Por cierto, qué hombre más atractivo Kevin Costner, y Whitney Houston, está impresionantemente guapa en la peli, ¿verdad?

Quiso decirle que ella era más impresionante que Whitney Houston o cualquiera de las mujeres que había aquella noche en el local, pero no debía. Tenía que hacer lo que en un primer momento planeó por mucho que le pesara. Por ello asintió y dijo divertido:

—Sin duda alguna me quedo con Whitney Houston. El Costner no es mi tipo.

Ambos sonrieron y, acercándose a ella, Philip comenzó a tararear la canción muy, muy bajito.

—You, my Darling you... Bittersweet memories. That is all I'm taking with me. So, goodbye. Please, don't cry, we both know I'm not what you, you need. And I... will always love you...

Encantada con su voz de barítono, le escuchó. Nunca, nadie, le había cantado al oído y menos en inglés. Irremediablemente se excitó y eso provocó que ella le diera un casi invisible beso en el cuello, que a él puso la carne de gallina.


Miarma
... me encanta escucharte hablar inglés. Es muy sexy.

Aquello hizo que Philip soltara una carcajada y la gente de alrededor le mirara con mal gesto. Una vez pidió perdón por haber estropeado aquel momento íntimo entre las parejas se volvió a pegar a Marta y ella divertida dijo:

—A ver, risitas ¿Podrías decirme en español lo que has cantado antes?

Deseoso por besarla, y darle las gracias por hacerle sentir tan feliz, asintió y mirándole a los ojos le susurró.

—Tú, mi dulce amor, tu... recuerdos agridulces es todo cuanto me llevo conmigo. Así que, adiós, ambos sabemos que yo no soy quien tú necesitas. Y yo... siempre te amaré...

Como si se hubiera fumado cuatro porros y estuviera levitando, así se sintió Marta al escucharle decir aquello. Una vez suspiró como una tonta, murmuró:

—Te juro por mi hija, que esto ha sido como vivir un momento Dermot Mulroney —ambos sonrieron—. ¿De verdad dice eso la canción?

—Sí. Y hay otra estrofa que dice: Espero que...

—No... no —le interrumpió—. Primero en inglés,
¡please!

Hechizado por la magia que aquella mujer desprendía asintió.

—A cambio quiero un beso tuyo.

Al escucharle frunció el ceño. Aquello no entraba en el trato.

—¿Qué dirá tu pareja al verlo? —preguntó mirando a la mujer que bailaba divertida con Warren.

—Ella no es mi pareja,
honey
. Es una amiga especial... como tú.

Tras escuchar aquello de... «como tú» no quiso especular más. «Si pienso más, la cago» pensó. Y poniéndose de puntillas, le dio un dulce beso en los labios. Algo casto, pero tremendamente sensual. Philip, tras sonreír por haber conseguido lo que buscaba, se acercó al oído de ella y le susurro:

—I hope life treats you kind. And I hope you have all you've dreamed of. And l wish you joy and happiness. But above all this. I'm wishing you love. And I... Will always love you...

—Dios, Philip... qué erótica que es tu voz en inglés —suspiró encantada cuando sintió que él acabó.

—¿En serio? —se guaseó divertido e incrédulo por estar cantándole al oído a una mujer. Él no hacía ese tipo de tonterías.

—Y ahora... dime qué es lo que has dicho en español. Me muero por saberlo.

Encandilándola con su penetrante mirada, mientras la hacía notar la excitación de su entrepierna, le susurró a escasos metros de su boca.

—Espero que la vida te trate bien y espero que todos tus sueños se hagan realidad. Te deseo gozo y felicidad, pero sobre todo eso te deseo amor. Y yo... siempre te amaré. Eso, querida amiga, dice la canción.

«Ay Dios que le voy a besarrrrrrrrr. Me importa un bledo mi trato con él. Le deseo. Es mi rana inglesa y me ha puesto cardiacaaaaa» pensó cegada por la lujuria.

—Por cierto ¿lo estás pasando bien esta noche? —preguntó él.

—Oh, sí... ¡genial! —susurró extasiada.

—Me alegra saberlo —sonrió este y mirándola le preguntó— ¿Qué te parece mi amiga? Es guapa y sexy, ¿verdad?

Aquello sacó a Marta de su nube de algodón y romanticismo, y mirándole con gesto incrédulo siseó.

—¿Por qué me preguntas eso?

Dispuesto a no reír ante el gesto de ella, Phil prosiguió con su plan.

—Quería pedirte consejo —y acercándose a ella le susurró al oído—. ¿Crees que le gustará que le haga el amor en el coche, o debo esperar a llegar al hotel y saborearla bajo la ducha? No sé, estoy confuso con ella. Se la ve una mujer ardiente.

Boquiabierta por aquella revelación, Marta casi ni respiró. Phil continuó.

—He pensado que como tú eres una mujer abierta de ideas y de incontable experiencia sexual, me podrías decir qué es lo que más le puede excitar a una mujer como ella —y para rematar susurró—. Quiero que sepas que tu opinión para mí vale mucho.

—Tras cerrar la boca y contener sus crecientes ganas de ahogarle, Marta gruñó.

—Mira, Philip. Una cosa es que yo sea abierta en ideas y otra muy diferente que...

Pero él no la dejó terminar.

—Ahora que lo pienso, en el hotel hay un jacuzzi grande y...

Marta no quiso escuchar más y para que se callase indicó:

—Eso... eso... llévatela directa al jacuzzi. Eso le encantará.

—¡Gracias, amiga! —rió sorprendiéndola—. Ahora creo que ha llegado el momento de marcharme para poner en marcha tu consejo sobre el jacuzzi.

Incapaz de hablar le miró. ¿Cómo podía estar diciéndole aquello cuando ella estaba más caliente que una olla exprés? Philip, consciente de su mirada, tras sonreírle y darle un casto beso en la mejilla dijo:

—Ha sido un placer bailar contigo, Marta, pero esa pelirroja con su ardiente mirada me está pidiendo que nos marchemos a algún lugar donde podamos estar solos.

Sin poder decir nada que no fuera un improperio Marta cerró el pico. Miró a la pelirroja y comprobó cómo ésta se comía a Philip con la mirada. Eso la molestó. Philip, al ver su gesto, sonrió pero, sin pararse a pensar en nada más, la llevó junto Warren y la escultural mujer. Una vez dejó a Marta en los brazos de su amigo, la miró por última vez, le guiñó un ojo y se marchó.

«Te mataría, imbécil» pensó Marta. Pero sonrió con disimulo y continuó bailando con Warren hasta que acabó la canción y regresaron con el grupo. La noche, a partir de aquel momento se fastidió para Marta. Probar de su propia medicina no le gustó.

Capítulo 24

El domingo Philip no dio señales de vida. Por un lado Marta lo agradeció, pero por otro lo odió. Sabía que aquello no era más que un simple rollito, un juego entre ellos, pero una cosa era saber que ella jugaba, y otra reconocer que ambos jugaban.

El lunes por la tarde tras visitar la ciudad de Londres con Antonio y Lola, al llegar a casa se encontraron a Philip sentado en el salón. Estaba solo, tomándose un whisky.

—Pero qué agradable sorpresa —aplaudió Antonio al ver a su hijo.

Levantándose del sillón de cuero, se estiró todo lo largo que era y acercándose a su padre le abrazó y comenzó a hablar con él. Por sus miradas y su complicidad al hablar se notaba cuanto se adoraban. Vanesa, al verle allí, torció el gesto. Se había percatado de cómo su madre le miraba y eso no le agradó. Aquel aburrido inglés no le gustaba absolutamente nada y menos aún que su madre tuviera algo que ver con él. Adrian, al ver que Marta no sabía dónde meterse, se acercó a ella.

—Ay, nena... este tío es una monada —le susurró al oído haciéndole sonreír.

—Y que lo digas —soltó ella sin esperárselo.

—Se le ve imponente con esos vaqueros y la camisa azul de Ralph Lauren —continuó Adrian—. Madre del amor hermoso lo que haría yo con un adonis así.

—Phil,
miarma
, ¿te quedas a cenar? —preguntó Lola.

Tras besarla sonrió.

—No, gracias, Lola. En realidad he venido a buscar a Marta. Le prometí que hoy cenaríamos juntos.

Al escuchar aquello Marta se atragantó y se le erizó todo el vello. ¿Me prometió? ¿Cenar juntos? Pero, incapaz de llevarle la contraria y a pesar del gesto que vio en su hija, asintió y sonrió.

—Pues no había comentado nada —dijo Lola mirándola.

—Ay, perdonadme —contestó Marta—. Pero es que he estado tan emocionada visitando Londres que lo olvidé —y mirando a Philip señaló—: estoy sin arreglar y de verdad que por mí no hay problema si lo posponemos para otro día.

—¿Por qué vas a posponerlo? —preguntó Patricia.

—Eso digo yo —asintió Adrian.

Marta clavándoles estacas en el corazón con los ojos les contestó.

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