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Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

Narcissus in Chains (3 page)

BOOK: Narcissus in Chains
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—Yo me ocuparé de él.

Ella me agarró del brazo.

—Me das el discurso sobre querer a tus amigos de vuelta, de no querer empujarlos a todos fuera. Te refieres a esto, ¿o se trataba sólo de hablar?

Tomé una respiración profunda, dejé salir el aire, y le conté la conversación que había tenido.

—¿Y no tienes ni idea de qué se trata? —preguntó.

—No, no lo sé.

—Eso es extraño. Por lo general estas cosas se esperan, no simplemente se presentan.

Yo asentí.

—Lo sé.

—Marcarás asterisco 69 y llamarás de nuevo al número del cual te acaban de llamar.

—¿Y cómo cambia eso las cosas?

—Sabrás si realmente están en este club, o si es sólo una trampa.

—No eres sólo una cara bonita, ¿verdad? —dije.

Ella sonrió.

—Soy una detective entrenada. Sabemos de estas cosas. —El humor no acababa de llegar a sus ojos, pero ella estaba intentándolo.

Marqué, y sonó el teléfono por lo que pareció una eternidad, y luego otra voz masculina contestó:

—Sí.

—¿Es el Narciso Encadenado?

—Sí, ¿quién es?

—Necesito hablar con Gregory.

—No conozco a ningún Gregory —dijo.

—¿Quién eres? —pregunté.

—Esto es un teléfono público, señora. Acabo de cogerlo. —Luego colgó. Parecía ser mi noche para esto.

—Llamaban desde un teléfono público en el club —dije.

—Bueno, al menos sabes dónde están —dijo Ronnie.

—¿Sabes dónde está el club? —pregunté.

Ronnie sacudió la cabeza.

—No es mi tipo de club.

—El mío tampoco. —De hecho, las únicas personas que conocía y sabían dónde estaba el club estaban allí esperando a ser rescatados.

¿Quién podría saber dónde está el club, y algo acerca de su reputación? No podía confiar en lo que me habían dicho los wereleopardos sobre que el club era un lugar seguro. Obviamente, se habían equivocado.

Un nombre saltó a mi mente. El único al que sabía que podría llamarle, y sabría dónde estaba el Narciso encadenado, y en qué tipo de problemas tendría si iba.

Jean-Claude. Por ser un tema de la política cambiaformas podría haber tenido sentido llamar a Richard, ya que él es un hombre lobo. Pero los cambiaformas eran un grupo muy exclusivo. Un tipo de animales rara vez cruza las fronteras para ayudar a otro. Es frustrante, pero cierto. La excepción fue el tratado entre los hombres lobo y los wereratas, pero todos los demás estaban abandonados a su suerte, y se peleaban, y sangran, entre ellos mismos. Oh, si algún pequeño grupo se escapa de las manos y atrae la atención de la policía, algo no muy deseado, los lobos y las ratas imponen la disciplina, pero salvo por esto, nadie parecía querer interferir unos con otros. Esa fue una de las razones por las que seguía siendo la niñera de los wereleopardos.

Además, Richard no sabía más acerca de la subcultura SM que yo, quizás menos. Si estás queriendo hacer preguntas sobre clubs sexuales, Jean-Claude es definitivamente tu hombre. No podrá participar, pero parece saber quién está haciendo qué y para quién y dónde. O esperaba que lo hiciera. Si hubiera sido mi vida la que estaba en juego, probablemente no habría llamado a cualquiera de los chicos, pero si me mataban al hacer esto, no dejaba a nadie para rescatar a Gregory y el resto.

Inaceptable.

Ronnie se había quitado los zapatos de tacón alto.

—No he traído mi pistola, pero estoy segura que tienes un de repuesto.

Sacudí la cabeza.

—Tú no vienes.

El enojo hacía que sus ojos grises parecieran del color de nubes de tormenta.

—Al infierno si no voy.

—Ronnie, se trata de cambiaformas, y eres humana.

—Y tú que eres —dijo.

—Debido a las marcas de Jean-Claude, estoy un poco más preparada. Puedo sufrir daños que a ti te matarían.

—No puedes ir allí sola —dijo. Tenía los brazos cruzados debajo de los pechos y la cara enojada con líneas rebeldes.

—No pienso en ir sola.

—Es porque no soy un asesino, ¿no?

—No matas fácilmente, Ronnie, no hay vergüenza en eso, pero no puedo llevarte a un grupo de cambiaformas a menos que sepa que vas a disparar a matar si es necesario. —La agarré por los brazos. Se quedó tiesa y enfadada con mi toque—. Mataría un pedazo de mí perderte, Ronnie. Mataría un pedazo más grande saber que moriste a causa de alguna mierda de las mías. No se puede dudar con estas personas. No se pueden tratar como si fueran humanos. Si lo haces, mueres.

Estaba moviendo la cabeza.

—Llama a la policía.

Me alejé de ella.

—No.

—¡Maldita sea, Anita!, ¡maldita sea!

—Ronnie, hay reglas, y una de esas reglas es que no tienen que verse envuelta la policía. —La razón principal de esta norma era que la policía tendía a desaprobar la lucha por el dominio que desemboca con cadáveres en el suelo, pero no había necesidad de decirle eso a Ronnie.

—Es una regla estúpida —dijo.

—Tal vez, pero sigue siendo la forma de hacer negocios con los intrusos, no importa de qué tipo son.

Se sentó en la mesa pequeña de dos plazas para el desayuno, en su plataforma un poco elevada.

—¿Quién va a ser tu respaldo entonces? Richard no mata más fácil que yo.

Eso fue una verdad a medias, pero la dejé pasar.

—No, quiero a alguien a mi espalda esta noche que hará lo que se necesita hacer, no solo hacer gestos.

Sus ojos eran oscuros, con ira.

—Jean-Claude —dijo el nombre como una maldición.

Yo asentí.

—¿Estás segura de que no es su plan para llevarte de vuelta a su vida, perdón, su muerte?

—Él me conoce muy bien, sabe cómo cuido a mi gente. Y sabe lo que haría si les hacen daño.

La perplejidad fluyó a través de la ira, suavizando sus ojos, su cara.

—Lo odio, pero sé que lo amas. ¿Podrías realmente matarlo? ¿Podrías realmente apuntar una pistola y apretar el gatillo? —La miré, y sabía, sin un espejo, que mis ojos se habían distanciado y enfriado. Es difícil para mis ojos de color café parecer fríos, pero había estado practicando últimamente.

Algo muy parecido al miedo se deslizó detrás de sus ojos. No sé si tenía miedo por mí, o de mí. Yo prefería la primera opción.

—Tú puedes hacerlo. Jesús, Anita. Tú has conocido a Jean-Claude más tiempo del que yo he conocido a Louie. Nunca podría lastimar a Louie, no importa lo que hiciera.

Me encogí de hombros.

—Pienso que me destrozaría hacerlo. No volvería a ser feliz, si consiguiera sobrevivir. Hay una posibilidad muy real de que las marcas me arrastraran a la tumba con él.

—Otra buena razón para no matarlo —dijo.

—Si él está detrás del grito que Gregory dio a través del teléfono, entonces él necesitará más razones para seguir respirando, que el amor, la lujuria, o mi posible muerte.

—No te entiendo, Anita. No te entiendo en absoluto.

—Lo sé —dije. Y pensé que era una de las razones por las que Ronnie y yo no habíamos estado tan unidas como lo estábamos antes. Me cansé de explicarle mi comportamiento. No, me canse de justificarme ante ella.

Eres mi amiga, mi mejor amiga, pensé. Pero yo nunca te entiendo.

—Ronnie, no puedo luchar como un igual con cambiaformas y vampiros. Perdería en una lucha justa. La única forma de sobrevivir, la única manera de sobrevivir para mis leopardos, se debe a que los otros me temen. Temen mis amenazas. Y soy tan buena como mis amenazas, Ronnie.

—Así que irás y los matarás.

—No he dicho eso.

—Pero lo harás.

—Voy a tratar de evitarlo —dije. Se dobló en sus rodillas, envolviendo sus brazos alrededor de sus largas piernas. Se había hecho un pequeño agujero en las medias, el agujero brillaba, por el esmalte transparente. Ella había llevado el esmalte en su bolso para estas emergencias. Yo había llevado un arma y ni siquiera había llevado un bolso.

—Si te arrestan, llámame, y pagaré la fianza.

Sacudí la cabeza.

—Si me encuentran con tres o más personas muertas en un área pública, no saldré esta noche bajo fianza. La policía probablemente no terminará el interrogatorio hasta pasado el amanecer.

—¿Cómo puedes estar tan tranquila al respecto? —preguntó.

Estaba empezando a recordar por qué Ronnie y yo habíamos comenzado a distanciarnos. Y había tenido casi la misma conversación con Richard una vez cuando un asesino a sueldo había llegado a la ciudad para matarme. Le di la misma respuesta.

—Estar histérica no me ayudará en nada, Ronnie.

—Pero tú no estás enfadada por eso.

—Oh, estoy enojada —dije.

Sacudió la cabeza.

—No, quiero decir que no estemos indignadas con lo que está sucediendo. No parece sorprenderte, no como… —Se encogió de hombros—. No es como debería ser.

—Tú quieres decir que no te gusta cómo va a ser. —Levanté la mano antes de que pudiera responder—. No tengo tiempo para debatir filosofía moral, Ronnie. —Cogí el teléfono—. Voy a llamar a Jean-Claude.

—Sigo insistiendo en que dejes al vampiro y te cases con Richard, pero tal vez hay más de una razón por la que no puedes dejarlo ir. —Marqué el número del Circo de los Malditos de memoria, y Ronnie seguía hablando con mi espalda—. Tal vez no estás dispuesta a renunciar a un amante que es más frío que tú.

El teléfono estaba sonando.

—Hay sábanas limpias en la cama de invitados, Ronnie. Lo siento, no vamos a poder tener una noche de chicas hoy.

Le di la espalda.

Oí las pisadas y un crujir de faldas cuando salía. Me mantuve de espaldas frente a la habitación hasta que supe que ella se había ido. No nos haría bien a ninguna de las dos que me viera llorar.

TRES

Jean-Claude no estaba en el Circo de los Malditos. La voz en el otro extremo del teléfono en el circo no me reconoció, no se creyeron que yo fuera Anita Blake, la novia —casual— de Jean-Claude. Así que me había tocado llamar a sus otros negocios. Lo había intentado en el Placeres Prohibidos, su club de striptease, pero él no estaba. También traté de localizarlo en el Danza Macabra, su nueva empresa, pero estaba empezando a preguntarme si Jean-Claude se había limitado a indicar a todo el mundo que dijera que él no estaba si la que llamaba era yo.

La idea me molestó mucho. Me preocupaba que después de tanto tiempo, finalmente, Richard pudiera mandarme al infierno, que había tenido bastante de mi indecisión. Nunca se me había ocurrido que Jean-Claude no pudiera esperar. Si estaba tan segura de cómo me sentía con respecto a él, ¿por qué mi estómago estaba apretado con un creciente sentido de pérdida? La sensación no tenía nada que ver con los wereleopardos y sus problemas. No, tenía que ver conmigo y el hecho que de repente me sintiera perdida. Pero resultó que Jean-Claude estaba en el Danza Macabra, y atendió mi llamada. Tuve un momento para aflojar mi estómago y recuperar el aliento, entonces contesté el teléfono, mientras luchaba para mantener mis escudos metafísicos en su lugar.

Odiaba la metafísica. Biología Preternatural sigue siendo biología, la metafísica es magia, y aún no estoy cómoda con ella. Durante seis meses, cuando no estaba trabajando, estaba meditando, estudiando con una psíquica muy sabia llamada Marianne, el aprendizaje de la magia ritual, por lo que podía controlar mis habilidades concedidas por Dios. Y por lo que podría bloquear las marcas que me unían a Richard y Jean-Claude. Un aura es como una protección personal, tu energía personal. Cuando es saludable, te mantiene a salvo como la piel, pero si se hace un agujero en ella, entonces la infección puede entrar. Mi aura tenía dos agujeros, uno para cada uno de mis chicos. Yo sospechaba que sus auras también tenían agujeros. Los cuales nos ponían a todos en riesgo. Tenía mis agujeros bloqueados. Entonces, hace unas semanas, había tropezado con una criatura desagradable, un aspirante a dios, una nueva categoría, incluso para mí. Había sido lo suficientemente poderoso como para destruir todo mi cuidadoso trabajo, me dejó sin protecciones y mis agujeros se desbloquearon. Sólo la intervención de una bruja local me había salvado de ser devorada por el aura oscura. Llevaba seis meses de celibato, con meditación y mucha paciencia. Los agujeros estaban allí, y la única manera de llenarlos era con Jean-Claude y Richard. Eso es lo que me dijo Marianne, y confiaba en ella como confiaba en poca gente.

La voz de Jean-Claude me golpeó en el teléfono como una bofetada de terciopelo. Contuve la respiración en mi garganta, y no me moví, pero sentí el flujo de su voz, su presencia, como algo vivo, que fluía sobre mi piel. Su voz siempre ha sido una de sus mejores cualidades, pero esto era ridículo. Era por teléfono. ¿Cómo iba a verlo en persona y mantener mi escudo, y mucho menos la compostura?

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