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Authors: Mario Puzo

Tags: #Intriga

El Último Don (42 page)

BOOK: El Último Don
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—No, —replicó Lia, ya basta de idioteces. Contesta sí o no.

Skannet contempló los ojos de Lia y no vio en ellos una amenaza sino una dolorosa pesadumbre.

—De acuerdo —dijo, escribiré.

Inmediatamente lo levantaron y sentaron junto al escritorio. Vazzi se acomodó en el sofá mientras Skannet escribía. Después cogió las hojas de papel y regresó al bungalow de Sossa.

—¿Ahora está bien? le preguntó.

—Muy bien —contestó Sossa.

Vazzi regresó al pabellón de caza e informó a Cross. Después se dirigió a la biblioteca y le dijo a Skannet.

—Ya hemos terminado. Ahora mismo me arreglo y me devuelvo a Los Ángeles.

Después acompañó a Cross a su automovil.

—Ya sabes todo lo que tienes que hacer —le dijo Cross. Espera hasta mañana. Para entonces yo ya estaré de regreso en Las Vegas.

—No te preocupes —dijo Vazzi. Pensé que no conseguiríamos hacerle escribir. Es más tozudo que una mula. Observó el preocupado rostro de Cross.

—¿Qué te ha dicho mientras yo no estaba? —preguntó. ¿Es algo que me conviene saber?

Cross contestó con una amargura salvaje que Vazzi jamás había observado en él.

—Hubiera tenido que matarle enseguida. Hubiera tenido que correr el riesgo. Me fastidia que sea tan cochinamente listo.

—Bueno —dijo Vazzi, ahora ya está hecho.

Vio a Cross cruzar la verja. Fue uno de los pocos momentos en diez años que sintió añoranza de Sicilia. En Sicilia los hombres jamás se apenaban tanto por un secreto de mujer, y en Sicilia jamás se hubiera armado todo aquel jaleo. Skannet ya llevaría mucho tiempo criando malvas.

Al rayar el alba, una furgoneta cerrada se acercó al pabellón de caza.

Lia Vazzi fue a recoger las notas de suicidio falsificadas por Leonard Sossa y colocó a éste en el vehículo que lo devolvería a Topanga Canyon. Después limpió y arregló el bungalow, quemó las cartas que Skannet había escrito y eliminó todas las huellas de la presencia de una persona. Leonard Sossa no había visto en ningún momento ni a Skannet ni a Cross durante su estancia en aquel lugar.

Lia Vazzi se preparó entonces para la ejecución de Boz Skannet. Seis hombres participarían en la operación. Le habían vendado los ojos y amordazado, y lo habían obligado a subir a la furgoneta. Dos de los hombres subieron al vehículo con él. Skannet estaba completamente inmovilizado de pies y manos. Otro hombre conducía la furgoneta, y un cuarto llevaba la escopeta de caza del conductor. El quinto hombre iba al volante del coche de Skannet. Lia Vazzi y el sexto hombre ocupaban el vehículo que encabezaría la marcha.

Lia Vazzi contempló cómo surgía el sol lentamente de las sombras de las montañas. La caravana de vehículos recorrió casi cien kilómetros y después se adentró en un camino del bosque.

La caravana se detuvo por fin. Vazzi indicó exactamente cómo debería estar aparcado el vehículo de Skannet. Después mandó sacar a Skannet de la furgoneta. Éste no opuso la menor resistencia y parecía haber aceptado su destino.
Bueno, al final lo ha comprendido
, —pensó Vazzi.

Vazzi sacó la cuerda del interior del coche, midió cuidadosamente la longitud y sujetó uno de los extremos a una gruesa rama de un árbol cercano. Dos hombres sostenían en pie a Skannet para que Vazzi le pudiera colocar el lazo corredizo alrededor del cuello. Vazzi cogió las dós notas de suicidio falsificadas por Leonard Sossa y las introdujo en el bolsíllo de la chaqueta de Skannet.

Fueron necesarios cuatro hombres para colocar a Skannet sobre la capota de la furgoneta. Lia Vazzi agitó entonces el pulgar de una mano en dirección al conductor. La furgoneta salió disparada, y Skannet voló de la capota y quedó colgando en el aire. El ruido de su cuello al romperse resonó por el bosque. Vazzi examinó el cadáver y le quitó las esposas y los grilletes. Los otros hombres le libraron de la venda de los ojos y de la mordaza. Tenía unos pequeños arañazos aIrededor de la boca, pero después de un par de días colgando de la rama de un árbol no tendrían ninguna importancia. Estudió los brazos y las piernas por si hubiera alguna señal de atadura. Se veían unas ligeras marcas pero no serían determinantes. Estaba satisfecho. No sabía si daría resultado; pero se había hecho todo lo que Cross había ordenado.

Dos días después, tras recibir una llamada anónima, el sheriff del condado encontró el cadáver de Skannet. Tuvo que asustar a un inquisitivo oso pardo que estaba golpeando la cuerda para que el cuerpo oscilara hacia delante y hacia atrás. Cuando llegó el forense con sus ayudantes, éstos observaron que la putrefacta piel del cadáver estaba comida por los insectos.

LIBRO VI
UNA MUERTE DE HOLLYWOOD

Los desnudos culos femeninos se elevaron simultáneamente para saludar el parpadeo del ojo de la cámara. A pesar de que la película se encontraba todavía en el aire, Dita Tommey estaba efectuando audiciones de actrices en el plató de sonido de Mesalina pues necesitaba un culo que pudiera doblar el de Athena Aquitane.

Athena se había negado a hacer desnudos, a exhibir directamente el trasero y los pechos, una insólita pero no fatal muestra de recato por parte de una estrella. Dita se limitaría a sustituir sus pechos y su trasero por los de alguna de las actrices que en aquellos momentos estaban efectuando las pruebas.

Como es natural, les había dado a las chicas unas escenas con diálogo para no obligarlas a posar como si fueran actrices porno, aunque el factor determinante sería la escena culminante de sexo, en la que las actrices mostrarían sus nalgas desnudas al ojo de la cámara, en medio de sus impetuosos movimientos en la cama. El coreógrafo de la escena estaba haciendo el croquis de los balanceos y las contorsiones junto con Steve Stallings, el protagonista masculino.

Bobby Bantz y Skippy Deere se hallaban en el plató en compañía de Dita Tommey. El resto de los presentes eran los imprescindibles miembros del equipo. A Tommey no le importaba la presencia de Deere, pero se preguntaba qué coño estaba haciendo allí Bobby Bantz. Por un momento había considerado la posibilidad de impedirle la entrada en el plató, pero si se abandonaba definitivamente el proyecto de Mesalina, ella se encontraría en una posición de poder muy débil y necesitaría su benevolencia.

—¿Qué es lo que estamos buscando exactamente? —preguntó Bantz en tono impaciente.

El coreógrafo de la escena de cama, un joven apellidado Willis, que también era el director de la Compañía de Ballet de Los Ángeles, contestó alegremente:

—El culo más hermoso del mundo, y que además tenga una buena masa muscular. No queremos material de mala calidad, no queremos que se abra la hendedura.

—Me parece muy bien —dijo Bantz, nada de mala calidad.

—¿Y las tetas? —preguntó Deere.

—No pueden brincar —contestó el coreógrafo.

—Las audiciones de las tetas las haremos mañana —dijo Tommey. No hay ninguna mujer que tenga unas tetas y un trasero perféctos como no sea Athena, pero ella no los quiere enseñar.

—Tú bien lo sabes, Dita —dijo Bantz con segundas intenciones. Tommey olvidó su posición de debilidad.

—Bobby, eres un perfecto majadero, de verdad. Como no quiere follar contigo crees que es una tortillera.

—Bueno, bueno —dijo Bantz. Tengo que devolver cien llamadas telefónicas.

—Yo también —dijo Deere.

—No os creo —dijo Tommey.

—Dita, —añadió Deere, procura ser un poco más comprensivo. ¿Qué diversiones tenemos Bobby y yo? Estamos demasiado ocupados para jugar al golf. Nuestro trabajo es ver películas. No tenemos tiempo para ir al teatro ni a la ópera. Sólo nos queda una horita al día para distraernos un poco, después del tiempo que dedicamos a nuestras familias. Y qué se puede hacer con una hora al día? Follar. Es la diversión que requiere menos esfuerzo.

—Madre mía, Skippy, fíjate en eso —dijo Bantz. Es el culo más fabuloso que he visto en mi vida.

Deere sacudió la cabeza, asombrado.

—Bobby tiene razón, Dita, ése es el nuestro. Contrátala. Tommey sacudió la cabeza con incredulidad.

—Desde luego estáis como cabras —dijo. Es un trasero negro.

—Contrátala de todos modos —dijo Deere, rebosante de entusiasmo.

—Sí —dijo Bantz. Será una esclava etíope de Mesalina. ¿Pero por qué coño está haciendo las pruebas?

Dita Tommey estudió a ambos hombres con curiosidad. Eran dos de los más duros ejecutivos de la industria cinematográfica, con más de cien llamadas telefónicas que contestar; y sin embargo parecían dos adolescentes en busca de su primer orgasmo.

—Cuando enviamos las notificaciones de pruebas —explicó pacientemente, no nos está permitido decir que sólo queremos traseros blancos.

—Quiero conocer a ésta chica —dijo Bantz.

—Yo también —dijo Deere.

La conversación quedó interrumpida por la llegada de Melo Stuart al plató, que esbozaba una radiante sonrisa.

—Ya podemos regresar todos al trabajo —dijo. Athena vuelve a la película. Su marido se ha ahorcado. Boz Skannet ya está fuera de la película —añadió, batiendo palmas como solían hacer los miembros del equipo de rodaje cuando un actor finalizaba su trabajo en una película, una vez terminado su papel—. Skippy y Bobby se unieron a los aplausos. Dita Tommey los miró a los tres con expresión de desagrado.

—Elí quiere hablar inmediatamente con vosotros dos —dijo Melo.

—Contigo no, —Dita añadió con una sonrisa de disculpa. Será una simple conversación de trabajo, no se tomarán decisiones creativas.

Los tres hombres abandonaron el plató de sonido.

Dita Tommey mandó llamar a su caravana a la chica del trasero bonito. Era muy guapa No tenía la tez tostada sino totalménte negra y poseía una gracia descarada que Dita identificó como un don natural y no como una ficción de actriz.

—Te voy a dar el papel de esclava etíope de la emperatriz Mesalina —le dijo. Tendrás una frase de diálogo, pero sobre todo enseñarás el trasero. Necesitamos un trasero blanco para doblar el de la señorita Aquitane, pero por desgracia el tuyo es demasiado negro. De no haber sido por eso, quizás hubieras sido la reina de la película.

La directora miró sonriendo a la chica. Falene Fant, un nombre muy cinematográfico.

—Como usted diga —dijo la chica. Muchas gracias por los cumplidos y por el trabajo.

—Otra cosa —añadió Dita. Nuestro productor Skippy Deere cree que tienes el trasero más bonito del mundo, y el señor Bantz, el presidente y director de producción de los estudios, también lo cree. Ya tendrás noticias suyas.

Falene Fant la miró con una pícara sonrisa.

—¿y usted que cree? —preguntó.

Dita se encogió de hombros.

—Yo no estoy tan metida en asuntos de traseros como los hombres. Pero creo que eres una chica encantadora y una buena actriz, lo bastante buena como para que te dé algo más que una frase de diálogo en la película. Si vienes a mi casa esta noche podremos hablar de tu carrera. Te invito a cenar.

Aquella noche, tras pasar dos horas en la cama con Falene Fant, Dita Tommey preparó la cena y le habló a la chica de su carrera.

—Ha sido muy divertido —le dijo, pero creo que a partir de ahora tendríamos que ser simplemente amigas y mantener en secreto lo de esta noche.

—Muy bien —dijo Falene, pero todo el mundo sabe que eres una tortillera. ¿Es que no te gusto? porque soy negra? —preguntó sonriendo.

Dita pasó por alto la palabra tortillera Era una deliberada ofensa en respuesta al aparente rechazo.

—Eres dueña de un trasero precioso, tanto si es negro como si fuera blanco, amarillo o verde —contestó, pero tienes verdadero talento de actriz. Si te sigo dando papeles en mis películas, no te apreciarán por tu talento. Y además yo sólo hago una película cada dos años, y tú tienes que trabajar más. Casi todos los directores son hombres, cuando ven a una mujer como tú siempre esperan follar un poco con ella. Si pensaran que eres lesbiana, es posible que te ignoraran.

—No me hacen falta para nada los directores si tengo a un productor y al jefe de unos estudios —contestó alegremente Falene.

—Sí te hacen falta —dijo Dita. Los otros te pueden ayudar a poner el pie en la puerta, mientras que los directores te pueden dejar en la sala de montaje, o te pueden filmar de tal manera que parezcas una mierda y te expreses como una mierda.

Falene sacudió tristemente la cabeza.

—Tengo que follar con Bobby Bantz y con Skippy Deere, y ya he follado contigo. ¿Es totalmente necesario? —preguntó, abriendo ingenuamente los ojos.

Dita la miró con sincero afecto. La chica ni siquiera fingía indignación.

—Lo he pasado muy bien esta noche contigo —le dijo. Has dado justo en el blanco.

—Bueno, la verdad es que nunca he comprendido todo este jaleo que arma la gente con el sexo —dijo Falene. Para mí no supone ningún esfuerzo. No consumo drogas y apenas bebo. En algo me tengo que entretener.

—Muy bien —dijo Dita. Ahora te voy a contar unas cuantas cosas sobre Deere y Bantz. Deere es lo mejor para ti y te diré porqué. Deere está enamorado de sí mismo y le gustan las mujeres. Estoy segura de que te ayudará. Te buscará algún buen papel porque es lo bastante listo como para darse cuenta de que tienes talento. En cambio a Bantz no le gusta nadie excepto Elí Marrion. Además no tiene buen gusto ni perspicacia. Bantz te ofrecerá un contrato con los estudios y dejará que te pudras. Es lo que hace con su mujer para que lo deje en paz. Le dan mucho trabajo que le reporta un montón de dólares, pero nunca le ofrecen un papel como Dios manda. En cambio Skippy Deere hará algo por tu carrera, siempre que le gustes, claro.

—Todo eso me parece muy frío —dijo Falene

Dita le dio una palmada en el brazo.

—No me vengas ahora con historias. Soy tortillera, pero también soy mujer, y conozco a los actores. Tanto los hombres como las mujeres son capaces de todo con tal de subir lo más arriba posible. Todos apostamos muy alto. ¿Quieres hacer un trabajo de nueve a cinco en Oklahoma? o quieres convertirte enactriz cinematográfica y vivir en Malibú... Veo en tu hoja que tienes veintitrés años. ¿Con cuántos has follado ya?

—¿Contándote a ti? —preguntó Falene. Puede que con cincuenta, pero siempre para divertirme, —añadió en tono de burlona disculpa.

—O sea que unos cuantos más no te van a traumatizar —dijo Dita. ¿Quién sabe, a lo mejor también podría ser divertido.

—Mira —dijo Falene, no lo haría si no estuviera segura de que voy a ser una estrella.

BOOK: El Último Don
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