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Authors: Elena Poniatowska

Tags: #Historico, Testimonio

La noche de Tlatelolco (7 page)

BOOK: La noche de Tlatelolco
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Durante el Movimiento, cuando los golpes se habían sucedido uno tras otro, ya había compañeros desaparecidos, muchos encarcelados, las asambleas disminuían, muchos desertaban, había tanques y bayonetas en donde quiera, ya había sucedido lo del Casco de Santo Tomás —el choque más sangriento y más pavoroso antes de Tlatelolco—, los estudiantes llevaban a sus heridos a la Escuela Superior de Medicina para que no se los arrebataran y desaparecieran los granaderos y los soldados; ese día me entró la murria. De pronto pensé: «Y yo ¿qué estoy haciendo aquí?»… Aquí estoy ahora, tirado en mi cama, viendo hacia el techo y de pronto he decidido que no me importa si se inicia o no el diálogo con el gobierno, si alguien llega a oponerse a él con argumentos absurdos, si corren a Cueto o salen los presos; tú estás lejos y ni siquiera estarás enterada de lo que aquí sucede; y yo podría estar contigo, ser como tú, llevar una vida dedicada a mi profesión, concentrarme en un área reducida que conocería a fondo; me preocuparía por las últimas investigaciones y descubrimientos que se publican en las revistas especializadas… Ese día, sentí derrumbarse las áreas de mi vida que en los últimos años habían sido más importantes.

• Luis González de Alba, del
CNH
.

¡Ya estuvo bueno de agarrarnos de sus perritos! Todo porque queremos lo que dice la Constitución, que nos permitan protestar, que todos puedan ir a la escuela, que se acabe la pobreza, como la que se ve en los pueblos a que nos lleva mi mamá.

Después de lo de Tlatelolco, mis cuates y yo vamos a llevar piedras y palos y si encontramos un granadero o un soldado solo, le «arriamos».

• Rodolfo Torres Morales, niño de once años, 1er. año de secundaria.

Para mí esto ha sido el horror de darme cuenta cómo puede la civilización permitir algo semejante: Tlatelolco, la muerte, lo irracional, la prisión, y, por otra parte, darme cuenta de la fuerza que puede uno sacar de una misma por el amor a un hombre.

• Artemisa de Cortar, madre de familia.

¡Es triste tener que morir tan joven! ¡Si no te hubieras metido de agitador, ahorita estarías libre y tranquilo!

• Un oficial al delegado por la Escuela de Chapingo ante el
CNH
, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, en el Campo Militar número 1.

MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-LIBERTAD-MÉX1CO-LIBERTAD-MÉXICO-LI-

• Coro en la manifestación del 13 de agosto.

Yo soy de la
UNAM
y allá se maneja un lenguaje académico, de grupo. Aquí la educación es clasista. Ya desde chamaco siempre he andado en pandilla, con los hijos de los trabajadores de mi papá, que es ingeniero y cuando salía a brigadas yo me hacía entender, pero muy pronto noté que los muchachos, de Ciencias Políticas por ejemplo, como Paco Taibo, al entrar en contacto con la gente del pueblo, sobre todo al principio, hablaban de lucha de clases, de bienes de producción en manos de la burguesía, la clase en el poder y otras madres, y nadie los entendía. No había comunicación. Al contrario, se levantaba un muro de desconfianza. Lo mismo pasaba con Humanidades. Las muchachas de Filosofía regresaban de las brigadas todas monas, todas sonrientes y nos decían: «Compañeros, hoy fuimos a ver a los obreros y fue
retebonito
,
retemocionante
. Les dimos su volante: Toma obrero, toma obrero, toma obrero». Los obreros decían: «¿Y ahora éstas qué se traen?». Y los estudiantes les parecíamos medio payasitos, si no es que pendejitos. Yo fui testigo de que el lenguaje fue cambiando, o mejor dicho, de que fuimos encontrando un lenguaje común, y ésta es la experiencia más bonita que saqué del Movimiento… Poco a poco el pueblo nos empezó a enseñar su modo de hablar y los aplausos nos indicaban que nos entendíamos. Empezamos a conocer México y su triste realidad. Todo esto lo vivíamos diariamente en la brigada. Una vez, en un mercado por el lado de Ixtapalapa, fuimos a «volantear». Después me tocó hablar y al terminar una viejita, pero viejita viejita, me dio unos pesos liados en un pañuelo o en un trapito. A mí me conmovió mucho y le devolví el dinero porque a ella le hacía más falta que a nosotros, pero toda la vida recordaré su mano arrugada, el pañuelo arrugado, el rostro ruquito volteado hacia mí… En otra ocasión los de Físico-Matemáticas y los de Ciencias hicimos un mitin en Xochimilco, Todos estábamos conmovidos ante la respuesta de la gente. ¡Juntamos a seis mil!

• Salvador Martínez de la Roca,
Pino
, del Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias de la
UNAM
.

Nosotros decidimos recurrir a lo único que sabemos hacer: actuar. Dijimos: «Vamos a tratar de hacerle comprender a la gente qué es el Movimiento, qué quieren los estudiantes, cuáles son los seis puntos, vamos a demostrar que no son vándalos ni salvajes». ¿Cómo?: actuando. Desde el primer momento el grupo de Teatro de Bellas Artes decidió: «No nos podemos quedar con los brazos cruzados. Hay que hacerle publicidad al Movimiento». Entonces fuimos a la Lagunilla, a la Merced, a Jamaica, a todo ese tipo de mercados, además de organizar brigadas a plazas, parques públicos, dos o tres fábricas (eso sí, muy poquitas), cafés, fondas, y allí sin más ni más nos soltamos hablando con la gente. También en los camiones de pasajeros, en los tranvías, en los trolebuses, comenzábamos a hablar en voz alta, de modo que la gente nos oyera. Hacíamos «encuentros», ¿ves?, happenings. Por ejemplo yo llegaba a un puesto de periódicos y pedía un periódico y al instante llegaba también una señora muy
nice
, muy burguesa con sus aretitos, su collarcito de perlitas, de esas que hacen su mercado cada quince días, y que no era sino otra compañera actriz. Ella tomaba un periódico del estante y decía en voz alta como tanta gente que comenta algo al comprar un periódico:

—Estos locos estudiantes toda la vida haciendo nada más borlotes, miren nada más, y una que vive tan tranquila y tan pacíficamente en México sin meterse con nadie. A ver ¿qué es lo que quieren? Molestar, nada más. Mo-les-tar, eso es. Para mí que son comunistas, eso es lo que han de ser.

Entonces yo, con mis botas y mi minifalda, me le ponía al brinco:

—Señora, me va usted a tener que aclarar qué es lo que está diciendo porque está diciendo estupideces, fíjese, ¿cómo la ve?

Y yo alzaba la voz. Entonces ella me la alzaba más. Y yo la alzaba más aún hasta que acabábamos a gritos. Se empezaba a juntar la gente porque un pleito a todo el mundo le interesa, ¿no?, y además se ponía la cosa tan al rojo vivo que parecía que iba a haber cachetadas y de hecho llegó a haberlas. Siempre al principio cundía el silencio en nuestro público, hasta que de repente, cuando menos lo sentían, empezaban a tomar parte y un señor decía:

—Oiga señora, esta muchacha tiene razón, fíjese, tiene razón porque usted no conoce ni los seis puntos que están pidiendo los estudiantes. Son éstos y éstos y éstos y éstos…

Y este señor no era actor ni nada. Pasaba por allí y se detuvo porque seguramente estaba también sufriendo en carne viva el problema estudiantil por equis razón. Entonces dejábamos hablar al compañero, que no sabía que era nuestro compañero, y muchas veces los espontáneos que intervinieron estaban mucho más politizados que nosotros y hacían una labor mucho más eficaz. Casi siempre todo el mundo acababa a favor mío y a «la catrina» le iba de la patada; la corrían, pinche vieja rota, sáquese de aquí, usted qué sabe, pinche rota, y la pobre actriz salía por piernas siempre. Resulta que en realidad ella pensaba como nosotros pero era la mártir del happening.

• Margarita Isabel, actriz.

¿Sabes?, las brigadas eran la vida del Movimiento. La gente iba a las manifestaciones por las brigadas. ¿Por qué seguía toda la gente a los estudiantes? Por las brigadas, porque antes habíamos «volanteado» en los camiones, los trolebuses, los mercados, los grandes almacenes, los talleres, las esquinas en las que hacíamos mítines relámpago y nos pelábamos hechos la mocha apenas olíamos un granadero… ¡Jijos, cómo me acuerdo yo de las brigadas!

• Salvador Martínez de la Roca,
Pino
, del Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias de la
UNAM
.

Yo empecé a trabajar en el Movimiento a partir de agosto. Me hice amigo del representante de la Vocacional 7 ante el
CNH
, me nombraron jefe de una brigada de dieciséis chavos: diez hombres y seis mujeres: la brigada «Che Guevara», una brigada a toda madre. Hacíamos pintas, mítines relámpago, recolectábamos dinero en los camiones, en la calle, en los mercados. Yo pocas veces estaba en la Vocacional 7, siempre fuera, de brigada. No, yo no soy estudiante, pero soy joven; era yo comerciante, vendía ropa, pero me atrajo mucho el Movimiento Estudiantil, su pliego petitorio, la posibilidad de que cesara la represión policiaca y la arbitrariedad en que vivimos todos. La primera vez que hicimos un mitin fue en el mercado grande de Tacuba. Logramos juntar tres mil personas y como enfrente está la 9a. Delegación fuimos atacados por los policías y todos los comerciantes se encargaron de repeler el ataque con palos y piedras, jitomatazos y romanitazos (la romanita es una lechuga). Esto nos emocionó un chorro.

• Antonio Careaga García, vendedor de ropa.

La calle se ganó cuando entramos al Zócalo el martes 13 de agosto, porque se rompió un tabú… Todos decían que nunca llegaríamos al Zócalo.

• Salvador Martínez de la Roca,
Pino
del Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias de la
UNAM
.

CHE CHE CHE GUEVARA CHE CHE CHE GUEVARA CHE CHE CHE GUE-

• Coro en la manifestación del 13 de agosto.

Una manifestación sin policías es una manifestación pacífica.

• Manifiesto publicado en
El Día
, el 12 de agosto de 1968 y firmado por el Consejo Nacional de Huelga y la Coalición de Maestros de Enseñanza Media y Superior Pro-Libertades Democráticas.

Ya habíamos hecho una manifestación del sur hacia el centro, otra del norte hacia el centro. Ahora —en esta tercera manifestación— teníamos que llegar al corazón mismo de la vida del país al Zócalo. Teníamos que entrar a una de las plazas más imponentes del mundo (¡hasta De Gaulle se emocionó!) y gritar bajo los balcones, ese balcón al que se asoma el presidente y se expone a la pública veneración sólo en fechas históricas. Teníamos que gritarle a la figura paternalista, al dador de la vida, al gran Tlatoani, a nuestro papacito, a Dios, todas nuestras exigencias, toda nuestra indignación, todos los insultos que se nos venían a la cabeza. ¿Por qué no? No en balde habían destrozado la puerta de San Ildefonso con su bazukazo —400 años de madera viva, tallada, hermosa—, no en balde habían ocupado escuelas, golpeado estudiantes, maestros y transeúntes al parejo, no en balde habían tomado las universidades de Michoacán, de Puebla, de Sonora, de Tabasco, y aplastado las demandas de Sinaloa, Durango, Nuevo León… Por primera vez una multitud indignada, una multitud de ciudadanos conscientes de sus derechos, se hacía oír.

• Luis González de Alba, del
CNH
.

LOS PROFESORES REPROBAMOS AL GOBIERNO POR SU POLÍTICA DE TERROR

• Manta de la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior Pro-Libertades Democráticas en la manifestación del 13 de agosto.

ÚNETE-PUEBLO - ÚNETE-PUEBLO - ÚNETE-PUEBLO-ÚNETE-PUEBLO-

• Coro en la manifestación del 13 de agosto.

MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-LIBERTAD-MÉXICO-

• Coro en la manifestación del 13 de agosto.

LIBROS SÍ - BAYONETAS NO

• Cartel en la manifestación del 13 de agosto.

AL HOMBRE NO SE LE DOMA, SE LE EDUCA

• Cartel en la manifestación del 13 de agosto.

Llegó la manifestación del 13 de agosto, todo México estaba enterado y sabía de su realización por medio de las brigadas. La manifestación resultó el mayor éxito político obtenido hasta ese día. Esperábamos cincuenta mil gentes y el Zócalo se llenó con doscientas cincuenta mil. En ese mitin, el
CNH
finalizó diciendo: «Volveremos al Zócalo y vendremos el doble que ahora». Esta afirmación implicaba una obligación para nosotros los brigadistas. El trabajo sería duro y desde luego las brigadas aumentaron enormemente. Empezaron a salir grupos de doscientos a cuatrocientos estudiantes. Los maestros se nos juntaron y nos acompañaban, aunque ya desde antes lo hacían, y esto nos daba confianza y responsabilidad. En las escuelas nos organizábamos en la siguiente forma: al terminar las asambleas nos reuníamos en tres salones y nos poníamos de acuerdo sobre los lugares a que debía dirigirse cada brigada, nos repartíamos los botes para recolectar el dinero y la propaganda que necesitábamos. Es interesante señalar que para esos días se repartían aproximadamente seiscientos mil volantes diarios y juntábamos de mil a dos mil pesos diarios. Además en los mítines relámpago ya no sólo hablábamos nosotros, sino que invitábamos al pueblo a tomar la palabra. Con su lenguaje claro, franco y decidido, nos decían que estaban con nosotros. Ésa fue la época de oro del Movimiento —del 12 al 27 de agosto—. Una vez hasta habló un locutor bien fregón en un mitin relámpago en la Avenida Juárez. Claro que yo lo traía agarrado del cinturón, pero dijo: «Yo estoy de acuerdo con el Movimiento, porque es humano», y quién sabe qué tanto. Yo ni le puse mucha atención, porque no trago a los locutores. Después al bajarlo de la camioneta —porque desde el techo estábamos hablando—, le dije: «Ahora que ya dijiste tu sarta de babosadas, ahora azótate con cien pesos». Y nos dio los cien chuchos.

• Salvador Martínez de la Roca,
Pino
, del Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias de la
UNAM
.

SAL AL BALCÓN, HOCICÓN - SAL AL BALCÓN, HOCICÓN - SAL AL BALCÓN, HOCICÓN - SAL AL BALCÓN, BOCÓN

• Coro o «porra» injuriosa en la manifestación del 13 de agosto, a la que asistieron entre 250 y 300 mil manifestantes en el Zócalo.

Cuando terminó la manifestación del 13, de todas las bocacalles salía gente con banderas, muchachos y muchachas que doblaban las mantas, las extendían entre dos como si fueran sábanas, guardaban carteles y se subían a los camiones de sus escuelas, ya atestados, para regresar a la guardia en las azoteas, a la torta entre las tres y las cuatro de la mañana, los tacos a las volandas en una taquería de Insurgentes, el café caliente, la risa, la felicidad que da el triunfo. Todos éramos felices… No sé por qué apagaban el alumbrado público, y nosotros regresábamos del Zócalo a oscuras y recorríamos Juárez, la Reforma, guiándonos por la luz de los faros de los coches… ¡Era magnífico! ¡Era un sueño! ¡Reíamos! Relatábamos anécdotas, contábamos puntadas de unos y de otros.

BOOK: La noche de Tlatelolco
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