Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi (14 page)

BOOK: Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi
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—Me quedaré con ella —ordenó.

Inesperadamente, una mano peluda surgió bajo el tocón y propinó una cuchillada en la pierna del explorador. El hombre aulló de dolor y comenzó a saltar sobre un solo pie.

Leia se abalanzó sobre su caída pistola de láser, rodó por el suelo, disparó y acertó en pleno pecho del explorador, calcinando su corazón.

En seguida el silencio volvió a descender sobre el bosque; el ruido y la luz de los disparos se desvanecieron, como si jamás hubieran tenido lugar. Leia permaneció tumbada donde estaba, jadeando levemente y esperando otro ataque, mas no hubo ninguno.

Wicket asomó su ensortijada cabeza por debajo del tronco y miró a su alrededor.

—Eeeep rrp serp ooooh —musitó en tono aterrorizado.

Leia se puso en pie de un brinco y corrió por todo el claro, acuclillándose aquí y escrutando allá, hasta comprobar que estaba segura por el momento. Se dirigió hacia su rechoncho y nuevo amigo:

—Vamos: lo mejor es salir de aquí.

Cuando penetraron en la espesura, Wicket tomó la delantera. Leia dudó al principio, pero él chirrió, urgiéndola y tirando de su manga. Leia renunció a controlar a la extraña y pequeña bestia y se dejó llevar.

Dejó vagar su mente, mientras permitía que sus pies la transportaran ágilmente entre los gargantuescos árboles. De pronto se sorprendió, no sólo por la pequeñez del Ewok que la guiaba, sino por su propia diminutez al lado de esos árboles colosales. Algunos debían de tener diez mil años de edad y se alzaban más allá de lo que la vista era capaz de distinguir. Eran templos dedicados a la fuerza vital que ella tanto defendía; se elevaban proyectándose hacia el resto del Universo. Se sintió participe de su grandeza a la par que disminuida a su lado... y solitaria. Se sentía sola en medio de esa foresta desmesurada. Toda su vida había transcurrido entre gigantes de su propia especie: su padre, el gran Senador Organa; su madre, Ministra de Educación; sus iguales y sus amigos gigantes todos ellos...

Pero, ¡esos árboles! Eran como potentísimos signos de exclamación que anunciaban su propia prominencia ¡Estaban allí! ¡Más viejos que el tiempo! Y permanecerían allí mucho después de que Leia desapareciera, después de la Rebelión, después del Imperio...

Y de pronto, ya no se sintió más tiempo sola: era una parte de esos serenos y majestuosos seres. Una parte de ellos a través del tiempo y del espacio, conectada por la vibrante fuerza vital de la que...

Era una sensación confusa. Ella formaba parte y también estaba aparte. No podía explicárselo racionalmente. Se sentía grande y pequeña, bravía y tímida. Creyó ser una diminuta chispa creadora danzando en las hogueras de la vida..., danzando tras un furtivo, enano y gordinflón osito que la adentraba más y más en el bosque.

Por esto, entonces, combatía la Alianza: para preservar a unas criaturas peludas, que vivían en bosques mastodónticos y socorrían a las bravas princesas en peligro a las que ponían a salvo. Leia deseó que sus padres vivieran para poder contárselo.

Lord Vader salió del ascensor, caminó hasta la entrada del salón del trono y se detuvo. Los cables de energía zumbaban en los costados del pozo, proyectando un misterioso resplandor sobre los guardias reales que custodiaban la entrada. Marchó resueltamente por la rampa y subió los escalones hasta detenerse, servilmente, tras el trono. Se arrodilló y permaneció inmóvil como una estatua. Casi en el mismo instante oyó la voz del Emperador:

—Álzate, álzate y habla, amigo mío.

Vader se puso en pie, mientras el trono giraba en redondo hasta situar, al Emperador frente a él.

Recorriendo una distancia de varios años luz, las miradas de Vader y el Emperador se encontraron. A través de ese abismo, Vader respondió:

—Maestro, una pequeña fuerza Rebelde ha traspasado el campo de energía y aterrizado en Endor.

—Sí, lo sé. —No había síntomas de sorpresa en el tono del Emperador, sino, en todo caso, satisfacción.

—Mi hijo está con ellos —continuó Vader, percibiendo las emociones de su Maestro.

La ceja del Emperador sé arqueó apenas un milímetro y su voz permaneció fría, imperturbable, aunque con un leve matiz de curiosidad.

—¿Estáis seguro?—interrogó.

—Le percibo, Maestro. —Vader habló con un leve matiz sarcástico en su voz. Sabía que al Emperador le atemorizaba el joven Skywalker: tenía miedo de su poder. Sólo aunando las fuerzas de Vader y el Emperador podrían atraer al Caballero Jedi al Reverso Oscuro.

—Le percibo —repitió con singular énfasis.

—Es extraño que yo no lo haya sentido —murmuró el Emperador, reduciendo sus ojos a dos ranuras. Ambos sabían que la Fuerza no era todopoderosa, no convertía a los hombres en infalibles. Tenía que ver con la conciencia y la visión. Seguramente, Vader y su hijo estaban más unidos de lo que podía estarlo el Emperador respecto al joven Skywalker. Por añadidura, el Emperador era ahora consciente de la existencia de unas contracorrientes que antes no captó; una deformación en la Fuerza que no entendía del todo.

—Me pregunto si vuestras percepciones son nítidas, Lord Vader —indagó el Emperador.

—Lo son, Maestro. —Sabía que su hijo estaba presente. Algo le acicateaba, atrayéndole, mortificándole, reclamándole con una voz que le era propia.

—Entonces habrás de ir al Santuario Lunar para esperarle—dijo el Emperador simplemente.

—¿Vendrá él hacia mí? —preguntó Vader con escepticismo. No era eso lo que él sentía; era él el que se sentía atraído, arrastrado hacia Luke.

—Por su propia voluntad —aseguró el Emperador.

Tenía que ser por su libre elección, si no todo estaba perdido. No se puede forzar la corrupción de un espíritu: ha de ser seducido. Tiene que participar activamente. Ha de anhelarlo. Luke Skywalker sabía todo esto y, aun así, danzaba como un gato en torno al fuego negro. Los destinos no pueden predecirse con absoluta seguridad, pero Skywalker vendría.

—Lo he previsto. La compasión que siente por vos hará el trabajo —reaseguró el Emperador. La compasión había sido siempre el punto vulnerable de los Jedis, siempre lo sería. El Emperador no poseía un solo ápice de compasión.

—El chico vendrá a Vos y Vos lo traeréis a mi presencia —ordenó.

—Como deseéis —dijo Vader, inclinándose profundamente.

Con malicia natural, el Emperador despidió al Señor Oscuro. Vader, expectante y siniestro, salió de la habitación del trono para embarcarse en una lanzadera hasta Endor.

Luke, Chewie, Han y 3PO progresaban metódicamente por la maleza, siguiendo a R2, cuya antena no paraba de dar vueltas. Era asombrosa la capacidad del pequeño robot para detectar y seguir una pista en tan selvático terreno, y lo hacía sin dudar, cortando con las mini herramientas de sus apéndices y su cúpula cuanta vegetación bloqueara su camino.

R2 se detuvo de repente, causando cierta consternación entre sus compañeros. El radar de su cabeza giró más velozmente. R2 pitó y silboteó para sí mismo y luego salió disparado hacia adelante, emitiendo un excitado anuncio:

—¡Vrrr DHp dUIUp boooo dUIII op!

—R2 dice que las motos-cohete están justo delante de nosotros —dijo 3PO, corriendo tras su compañero—. ¡Oh, cielos!

Irrumpieron en el claro a la cabeza de los demás, pero todos se detuvieron en seco nada más entrar. Los restos calcinados de tres motos se esparcían por toda el área por no mencionar los despojos de los tres exploradores Imperiales.

Buscaron frenéticamente entre los metálicos restos. No había ninguna evidencia de Leia, salvo un retal desgarrado de su chaqueta. Han lo recogió con gesto sombrío y pensativo.

—Los sensores de R2 no encuentran rastro de la Princesa Leia —comunicó calmosamente 3PO.

—Espero que no esté por los alrededores —dijo Han, dirigiéndose a los árboles. No quería ni imaginarse su perdida. Tras todo lo que había acontecido, simplemente no podía creer que Leia acabara de ese modo.

—Parece que se enfrentó a ellos —dijo Luke tan sólo por decir algo. Ninguno de ellos quería sacar conclusiones.

—Creo que lo resolvió bastante bien —respondió Han lacónicamente. Se dirigía a Luke, pero en realidad hablaba consigo mismo.

Sólo Chewbacca parecía no interesarse por el claro donde se hallaban. Estaba plantado mirando la densa vegetación tras ellos; luego arrugó la nariz, olfateando.

—¡Rahrr! —rugió y se zambulló en la espesura. Los otros corrieron tras él.

R2 silbó queda y nerviosamente.

—¿Recogiendo qué? —saltó 3PO—. Intenta ser más explícito, ¿quieres?

Los árboles eran mucho mayores a medida que el grupo se adentraba en la espesura. No es que fuera posible vislumbrar sus copas, sino que el perímetro de los troncos era cada vez más impresionante. El resto de la vegetación se debilitaba y clareaba, permitiendo andar más fácilmente, pero produciendo, a la par, la sensación de que estaban encogiéndose. Era una sensación ominosa.

De pronto, la maleza se acababa abruptamente y dejaba paso a un espacio abierto entre los árboles. En el centro de ese espacio, una sola y alta estaca se erguía clavada en el suelo y de ella colgaban varias tiras de carne cruda. Los buscadores miraron con cautela y luego se acercaron al poste.

—¿Qué es esto? —dijo 3PO, dando forma al interrogante que se ceñía sobre todo el grupo.

El olfato de Chewbacca estaba enloqueciendo con algún tipo de delirio olfatorio. Se abstuvo todo lo que le fue posible, pero, al final, fue incapaz de resistir más y se aproximó para coger una tira de carne.

—¡No, espera! —gritó Luke—. No lo ha...

Pero ya era tarde. En el momento que Chewie retiró la carne del poste, una enorme red camuflada en el suelo saltó hacia arriba, apresando al grupo de forma tal, que se balancearon muy por encima del suelo hechos una maraña de piernas y brazos moviéndose inútilmente.

R2 silboteó salvajemente —estaba programado para odiar estar cabeza abajo—, mientras el Wookiee ladraba su pesar.

Han se quitó, escupiendo pelos, una peluda zarpa de su cara.

—Fantástico, Chewie. Buen trabajo. Siempre pensando en tu estómago —reprendió Han.

—Tómalo con calma —avisó Luke—. Busquemos el modo de salir de esta red—. Lo intentó, pero no fue capaz de liberar sus brazos; uno, atrapado en la red y pegado a su espalda, y el otro, enganchado en la pierna doblada de 3PO—. ¿Puede alguien alcanzar mi espada de luz?

R2 estaba situado en el fondo de la red. Extendió un apéndice cortador y comenzó a trabajar sobre la malla de la red.

Solo, mientras tanto, intentaba introducir a presión su brazo entre 3PO y la red para alcanzar la espada de luz láser en la cintura de Luke. Al cortar R2 otro trozo de malla, Solo sintió un tirón y cayó encima de 3PO, quedando pegadas las caras de ambos.

—Fuera de mi camino, Lingote de Oro. ¡Uf! Quítate de ahí —protestó Han.

—¿Cómo cree que me siento? —atacó 3PO. En una situación como ésa, no había protocolo que valiera.

—Realmente no lo... —comenzó a decir Han, pero Erredós, repentinamente, cortó la última sección de la malla y el grupo entero dio con sus huesos —y metales— en el suelo.

Mientras recuperaban gradualmente los sentidos, se sentaban y comprobaban cuál era el estado de los demás; uno por uno fueron dándose cuenta de que estaban rodeados por veinte pequeñas y peludas criaturas; todas llevaban suaves capuchas de cuero y esgrimían pequeñas lanzas.

Una de las criaturas se acercó a Han, casi tocándole la cara con su lanza, mientras graznaba:

—¡Eeee uuk!

Solo desvió el arma con un brusco manotazo.

—Apunta a otro lado con esa cosa —amenazó.

Un segundo Ewok acudió alarmado y arremetió contra Han. De nuevo éste desvió la lanza, pero se cortó en un brazo.

Luke alcanzó la espada de luz láser, pero entonces un tercer Ewok saltó hacia adelante, apartando a los más agresivos de su camino, y profirió una larga parrafada de lo que parecían ser invectivas dichas en un tono reprensivo. Ante esto, Luke decidió no usar su espada láser.

Han, sin embargo, estaba herido y furioso. Comenzó a desenfundar su pistola, pero Luke, con una mirada, le contuvo antes de que lo hiciera.

—No lo hagas; todo saldrá bien —añadió. Nunca confundas la capacidad con el aspecto, solía decirle Ben, o las acciones con los motivos. Luke no estaba seguro de los motivos de los pequeños peludos, pero tenía un presentimiento.

Han contuvo su brazo y su furia, mientras los Ewoks pululaban a su alrededor, confiscando todas sus armas. Luke incluso renunció a su querida espada láser. Chewie gruñó con recelo.

R2 y 3PO estaban justo saliendo de la red, mientras los Ewoks parloteaban entre sí, muy excitados.

Luke se volvió hacia el dorado androide.

— 3PO, ¿puedes entender lo que dicen? —preguntó.

3PO se irguió sobre la tejida trampa, sintiéndose abollado y trémulo.

—¡Oh, mi cabezal —se quejó.

Al ver su cuerpo completamente en pie, los Ewoks chirriaron entre sí señalando al dorado androide y gesticulando locamente.

3PO se dirigió al que parecía el jefe.

—Chrii breeb a shun —dijo con vacilación.

—¡Bloj wreie, dbbeop weeschhreee! — contesto la vellosa bestia.

—¿Du wiii sheeess? —interrogó 3PO.

—Reiop gluuuaj wrripsh —replicó el Ewok.

—¿Shreee? —continuó interrogando 3PO.

De pronto, uno de los Ewoks dejó caer su lanza, sofocando un grito, y se postró ante el brillante androide. Un momento después, todos los Ewoks siguieron el ejemplo. 3PO miró a sus amigos, encogiéndose de hombros con embarazo.

Chewie emitió un confuso ladrido. R2 zumbó especulativamente. Luke y Han miraban, asombrados, al batallón de Ewoks que saludaba tan humildemente.

Entonces, mediante alguna imperceptible seña de alguien del grupo, las pequeñas criaturas comenzaron a cantar al unísono:

—Eekie whoj, eekie whoj, Rheakie rheekie whoj.

—¿Qué es lo que les has dicho? —preguntó Han a 3PO con aspecto de absoluta incredulidad.

—Creo que «Hola» —replicó 3PO, casi disculpándose. Se apresuró a añadir—: Podría estar equivocado ellos usan un dialecto muy primitivo... Me parece que creen que yo soy una especie de dios.

Chewbacca y R2 creyeron que eso era tremendamente divertido y, durante varios segundos, ladraron y silbaron histéricamente hasta que, finalmente, lograron calmarse. Chewbacca hubo de limpiarse una lágrima de un ojo.

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